El cuerpo humano es una estructura compuesta de partes relacionadas y dependientes entre sí. Su armazón básico consta de huesos, cartílagos, ligamentos, tendones y músculos. Es flexible y dinámico, y se halla sujeto a leyes mecánicas. El punto fundamental de la estructura humana son las articulaciones; y su integridad determina la buena forma estructural.
Cuando las articulaciones están rígidas, debemos aflojarlas; donde hay falta de movimiento, debemos alentarlo; donde las piezas están comprimidas, debemos estirarlas; donde son demasiado largas, debemos acortarlas. Sólo entonces, cuando la estructura humana esté «liberada» y equilibrada en todas sus articulaciones, podremos considerarla estructural y mecánicamente en forma.
La estructura es un mecanismo
Las articulaciones del cuerpo están constantemente actuando de forma recíproca. De un modo u otro, cada una de ellas depende de todas las demás, y en conjunto funcionan como un mecanismo único.
Por ejemplo, el sencillo gesto de volver la cabeza, pone sutilmente en movimiento a toda la columna. Incluso la respiración provoca un movimiento ondulatorio de la columna vertebral que afecta a todas sus articulaciones. Al estar de pie o al andar, las articulaciones de los pies interactúan con las que conectan el cuello y la cabeza. Por lo general, no nos damos cuenta de esta sutil interacción, de este ajuste fino entre las diversas partes del cuerpo, pero lo cierto es que tiene lugar en todo momento.
El cuerpo no es capaz de ajustarse fácil y económicamente si alguna articulación está rígida, anquilosada o desequilibrada. La rigidez de las caderas, por ejemplo, provoca un desajuste entre la pelvis y la columna que a su vez causa tensión en la columna. Las tensiones de los pies pueden dar lugar a desajustes y tensión en la pelvis. La rigidez de los hombros es causa de tensión en la caja torácica y parte superior de la espalda.
Sin embargo, podemos «reajustar» el cuerpo a fin de mejorar su mecánica, su estructura y su capacidad de autorregulación.
La amptitud estructural requiere tres condiciones:
1) Todos los «espacios» articulares deben sufrir una compresión mínima en condiciones normales, es decir, el cuerpo debe tener la capacidad de estirarse completamente.
2) Todas las articulaciones deben disponer de su plena amplitud natural de movimiento.
3) Las tensiones musculares naturales en torno a toda articulación deben estar más o menos compensadas a fin de mantener centrado su peso. Si despojáramos al esqueleto de todos los músculos, ligamentos y tejidos blandos, dejando nada más que los huesos, éstos encajarían perfectamente. El cuerpo está natural y mecánicamente diseñado para autoajustarse con un mínimo de tensión, rozamiento y resistencia entre sus partes. Son los músculos lo que los deforman, inhiben y agarrotan la estructura.